(Rodrigo Campos Hernández)
Nancy Antolinez y Boris Arroyo
Nuestro tiempo se sumerge cada vez a mayor velocidad en el reconocimiento de la incertidumbre como el camino ineludible en la búsqueda del conocimiento. Las nuevas tendencias epistemológicas del conocimiento trascienden los esfuerzos que se hacen en comprenderlas y más específicamente en lograr mecanismos para superar los obstáculos en su comprensión.
El compromiso que se impone ante la crisis de la certeza implica nuevos métodos e instrumentos de pensamiento y acción; pareciera ser que el acuerdo está en que todo es complejo y a la vez que lo único cierto es que todo es incierto. Las estructuras conocidas del sistema educativo se tornan insuficientes ante las exigencias de cambio demandadas por el conocimiento; ya que el mundo tal como se concebía desde la mera objetividad científica se revela impotente para responder a los problemas cada vez mas desdibujados que plantean las sociedades, plenos de imprecisiones constantes y con formas cada vez más complejas de relaciones en infinitas redes donde existen múltiples interdependencias; en este sentido la incertidumbre hace alusión a la ausencia de principios únicos y eternos sobre los cuáles apoyar nuestras acciones, reacciones o pensamientos; la búsqueda del orden y el control asociados al mundo occidental se van desintegrando poco a poco.
La evolución tecnológica y del pensamiento, logra poner sobre el tapete la fragilidad de las tradicionales bases epistemológicas sin su permanente concepción de temporales; surge así la incertidumbre acompañada de la indeterminación, la discontinuidad y el pluralismo, entre otros aspectos que abren las puertas de la creatividad. La incertidumbre, contraría a toda certeza, viene a mediar entre el orden y el caos facilitando el tránsito entre el ser y el devenir, sin embargo es importante resaltar que reconocer y asumir la incertidumbre como fundamento epistemológico; no implica escepticismo alguno, por el contrario es concientizarnos sobre la necesidad de diseñar y practicar estrategias para pensar bien, lo que permitiría formar para la vida, dándole su justo papel protagónico a la incertidumbre en nuestro devenir.
Reconocer la incertidumbre y la complejidad permite estar preparados para el cambio constante, generándose así una concepción no tradicional de la educación que brinde la oportunidad de desarrollar la creatividad, sobre la base de la realidad que se vive y tal cual se interprete, que permita el desarrollo de estrategias que le den dinamismo y la alejen de la obsolescencia. Se impone entonces una pedagogía capaz de dar respuesta a realidades complejas que implican la consideración de múltiples disciplinas, dimensiones, culturas, tendencias, creencias entre otros factores; es decir una reforma paradigmática de la enseñanza que conlleve una reforma del pensamiento y viceversa. A su vez, nuestros esquemas mentales deben estar abiertos a la disidencia y tolerancia para reconocer y aceptar los paradigmas emergentes que permitan la convivencia en armonía con nuestros semejantes.
El método de la complejidad debe constituir un pensamiento que no se amilane ante la incertidumbre, por el contrario debe aprovecharse de ella, permitiendo esto entender que lo necesario es aprovechar al máximo lo que conocemos, es el conocimiento de nuestro conocimiento, sin dejarnos subyugar por el temor ante lo que desconocemos.
Ante todos estos desafíos, la enseñanza debe concebirse entonces eminentemente como forjadora, formadora y difusora de estrategias para la vida.
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