sábado, 29 de enero de 2011

INCERTIDUMBRE Y COMPLEJIDAD: REFLEXIONES ACERCA DE LOS RETOS Y DILEMAS DE LA PEDAGOGÍA CONTEMPORÁNEA. Rodrigo Campos Hernández

Doctorantes: Nelson Brizuela

Carmen Garrido

Ángel Uzcátegui

Polito Rodríguez

Gerardo Otálvarez

Soledad Gutiérrez

Ángel Martínez

En los últimos años, la pedagogía ha tenido que reflexionar sobre los desafíos que representan la incertidumbre y la complejidad como condicionantes en el quehacer investigativo. Es decir, que se hace necesaria la revisión de la actividad pedagógica del docente para la construcción del conocimiento que permitan observar y conceptualizar los diferentes elementos, dimensiones y efectos que configuran, generan y desarrollan los procesos, acciones y acontecimientos para interpretar la realidad al interior del sistema educativo.

En este sentido, el docente debe confrontar y analizar la realidad de manera, que pueda comprender la dinámica que constituye el hecho estudiado, tanto en su dimensión cognitiva como histórica y para ello, requerirá de emplear métodos e instrumentos de acción, que le brinden las herramientas necesarias para llegar al conocimiento, tomando como referencia los aportes de la mecánica cuántica representada por Heisenberg, la relatividad de Einstein, la teoría del caos de Prigogine, Lorentz, Feigenbaum, Mandelbrot; así como de la cibernética.

Aunado a ello, deberá asumir que la incertidumbre, tal como lo plantea Schnitman citado en Campos (2008), parte de una realidad que es caótica, evolutiva, compleja, no es lineal y posee múltiples magnitudes. Entonces, considerar la labor educativa desde esta perspectiva, brinda la oportunidad de imaginar escenarios para la acción, los cuales pueden ser modificados dependiendo de la información que se reciba y de los elementos que intervengan en ella.

En consecuencia, asumir la pedagogía desde la complejidad y la incertidumbre es verla a partir de la duda, donde se conjuga la información, los avances tecnológicos, el desarrollo de la comunicación a gran escala y el pluralismo para percibir, conocer, analizar, interpretar y comprender el hecho educativo y a la sociedad misma. De allí, que se señala que en los tiempos actuales, emergen un conjunto de categorías para explicar el conocimiento: fragmentación, ruptura, discontinuidad; que permiten el intercambio y la realimentación de saberes en una dimensión multicasual de interacciones recíprocas que no son lineales.

Así, la incertidumbre se posiciona epistemológicamente como una postura que brinda opciones para el diseño y puesta en práctica de estrategias de contextualización y globalización del conocimiento, que según Morín (2006), la denomina ecología de la acción. La noción de “ecología de la acción” mueve de la centralidad que tienen, en la tradición docente, las intenciones, los pasos y los resultados, cuestionando la lectura de la práctica y de sus consecuencias desde criterios de calidad o los estándares preexistentes y ordenados por políticas transnacionales.

Este concepto confronta las rutinas e inercias prácticas y teóricas del docente, reubicando la perspectiva de análisis y de juicio de los programas y sobre todo de las acciones educativas; de manera, que se pueda diseñar y reflexionar la práctica educativa desde la ecología de la acción es introducir en ella la incertidumbre y la contradicción, lo que implica un cambio de perspectiva que ubica en un pensar complejo donde: - “Los efectos de la acción dependen no sólo de las intenciones del autor, sino también de las condiciones propias del medio en el que tienen lugar”. (Morín, 2006; 47)

En consecuencia, al pensar desde la complejidad, se puede apropiar de la noción de ecología de la acción educativa, resituando los procesos pedagógicos en el nicho ecológico y gnoseológico incierto y riesgoso de la vida, en sus formas de interactuar y con todos los componentes y dinámicas relacionales –imprevisibles- que configuran las personas y su devenir. La acción educativa, los procesos formativos no son ajenos a estos entornos, a los deseos, a los saberes, a los quehaceres y a las prácticas reflexivas, que pueden desarrollar un conocimiento integrado a la aventura de vivir, en el quehacer educativo.

De allí, que abrirse a leer la multidimensionalidad y la multiconfiguración, la complejidad y fugacidad del quehacer pedagógico en su ontológica relación con la praxis de vivir, con las formas de sentir, pensar y actuar; es develar, comprender y procurar expresar, de alguna manera, el saber que se construye sobre los acontecimientos y las experiencias que se niegan al anteponer e imponer directrices administrativas, académicas, curriculares y teorías pedagógicas mutilantes, que someten toda acción al cumplimiento mecánico de los de postulados tecno-científicos formulados fragmentada y desarticuladamente, en cada programa, impidiendo la observación y conceptualización del quehacer educativo en su ecología; que es lo mismo que decir: en las oportunidades, potencialidades, necesidades, en las incertidumbres y riesgos, en la libertad y los impedimentos tanto en las personas, sus contextos, las acciones e inter-retroacciones entre los sujetos y de éstos con el ambiente.

Además, el pensamiento complejo, como perspectiva epistémica, permite observar y conceptualizar la práctica educativa desde el “principio recursivo”, donde los eventos más mínimos o imperceptibles para nuestra conciencia, representan conexiones que resultan invisibles e insospechadas para nuestra mente educada en las rutinas del pensamiento teórico. Así lo comprende y expresa un estudiante universitario, al dar cuenta de su reflexión sobre la experiencia formativa, en las rutinas del pensamiento teórico.

Sin embargo, en la dinámica de los fenómenos ecológicos, la práctica educativa deja de ser una síntesis sistémica a partir de elementos analíticos, porque al reconocer la novedad del acontecimiento las cosas se van dando y se integran recursivamente a la experiencia de vida, a las posibilidades, oportunidades, potencialidades y debilidades propias de los sujetos – educandos y educadores- y del contexto. El acontecimiento educativo, su complejidad, su recursividad y su potencia generadora están configurados en dimensiones fenomenológicas, posibles de ser practicadas, vivenciadas, observadas y habladas en los relatos, los dichos, en sus expresiones sobre sus memorias, sus intimidades y sus experiencias como educandos y educadores.

Visto de este modo, la fenomenología del acontecimiento educativo, en su complejidad, permite observar y conceptualizar las relaciones de interdependencia entre lo uno y lo complejo, lo singular y lo general, entre la autonomía y la dependencia, entre el aislamiento y lo relacional, entre la organización y la desorganización, entre la invariancia y el cambio, el equilibrio y el desequilibrio, la estabilidad y la inestabilidad, la causa y efecto, la apertura y el cierre, lo normal y lo desviante, lo central y lo marginal, lo improbable y lo probable o entre el análisis y la síntesis.

Referencias

Campos H., R. (2008) Incertidumbre y Complejidad: Reflexiones Acerca de los Retos y Dilemas de la Pedagogía Contemporánea. Actualidades Investigativas en Educación. Revista Electrónica publicada por el Instituto de Investigación en Educación Universidad de Costa Rica

Morín, E. (2006) El método 6. Ética. Madrid Ed. Cátedra.

Salazar I. (2004) “El paradigma de la complejidad en la investigación social”. En Educare, Artículos arbitrados; Año 8 No 24; Enero- Febrero – Marzo 2004:

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