Parto de la tesis que el aprendizaje, para que realmente se pueda hablar tal, implica la construcción de los conocimientos.
El marco universitario, escolar, en fin educativo, mi idea central, se arriesgue a que el aprendizaje del alumno debe basarse en su propia actividad creadora, en sus descubrimientos personales, en sus motivaciones intrínsecas, debiendo ser la unión del profesor orientador, guía, animador, pero no la de fuente fundamental de información. Estamos en claro desacuerdo con esa metodología tradicional del profesor directivo en investigación, de solo disertaciones. La labor investigativa a la mera transmisión de una información; información consistente en un conjunto estructurado de conocimiento, perfectamente elaborado y terminado, que el alumno debe limitarse a aceptar pasivamente, sin "objeción alguna en el proceso.
Nosotros aprendemos al inventar, descubrir, crear. Entendemos que sólo hay aprendizaje, realmente, cuando el alumno llega a integrar en su estructura lógica y cognoscitiva los dalos procedentes de la realidad exterior, en un proceso estrictamente personal, lleno de tanteos, de avances y retrocesos, que el profesor puede orientar, eligiendo las situaciones didácticas más apropiadas, en cada momento, a las posibilidades intelectuales y cognoscitivas de los alumnos, más cercanas a sus intereses espontáneos, a sus .motivaciones y deseos. Estas situaciones didácticas pueden incluir el recurso a la información externa, al uso de una bibliografía adecuada. Pero estos recursos deben ser inducidos por e! proceso de descubrimiento de los niños y sentidos como una necesidad por ellos, no como una imposición más del profesor.
1. La socio-cultural de la labor investigativa
La escuela y la universidad se encuentran hoy, como nunca antes, en el campo de tensión de exigencias que se le formulan de todas partes. De allí le llegan no sólo sugerencias y proposiciones, sino también exigencias terminantes; y criticas. Todos los grupos y poderes interesados en alguna forma en la educación y en la formación de la juventud insisten hoy en día en su derecho de voz y voto exigen la consideración de sus intereses por unilaterales que sean.
No es mi propósito discutir detenidamente si todos ellos son o no justificados. Nos limitaremos a una breve enumeración de las más importantes tareas y exigencias justificadas que ha de cumplir toda enseñanza que pretende ser realista y estar a la altura de la época:
a) Desde hace mucho, es una ley inamovible para el moderno estado civilizado la de promover la formación cultural de las nuevas generaciones por la institución y sostenimiento de escuelas de índole, por el establecimiento de planes de estudio e indicaciones, por la vigilancia y fomento de la escolaridad obligatoria, y por la formación de un magisterio eficiente.
El nivel cultural de un pueblo se conoce ampliamente por sus escuelas, y la eficacia y espíritu de las mismas. Cuanto más complicados llegan a ser el modo de vida y los contenidos espirituales de un pueblo y de la sociedad humana, mayor se vuelve la necesidad de hacer participar, por medio de la formación escolar, si fuera posible a todos los integrantes del pueblo en esos conocimientos que dominan la vida moderna.
b) También en el ámbito político surge para el gobierno de un estado la necesidad de una suficiente y moderna preparación y formación de todos los niños. Esto reza de manera especial para el estado democrático. Puesto que, en vista de sus propósitos políticos, considera como políticamente maduros al pueblo entero y todos sus "miembros de cualquier posición social queriendo conducir un día también al alumno elemental más simple a la independencia del propio juicio y a la responsabilidad política, precisamente él tiene que brindar, de raíz, una buena enseñanza a la joven generación. El principio legal de la igualdad de todos los ciudadanos tendría que convertirse en. principio de educación y formación, en virtud del cual todos los hijos de un pueblo, sin tener en cuenta su origen social, tienen el derecho a cultivar sus aptitudes
c) Una época de tensiones sociales requiere que haga una seria tentativa para vencer esas dificultades también por medio de la influencia de la educación e instrucción.
Salta a la vista, pues, que así también la escuela ha de cumplir con nuevos deberes cultivando conscientemente, y en edad escolar, los sentimientos sociales y la habituación a la convivencia, y transmitiendo los conocimientos necesarios respecto de las interrelaciones humanas.
d) Con todo, los impulsos más fuertes y las exigencias mas urgentes llegan hoy de los sectores de la economía, de la técnica y de la sociedad-masa industrial Como consecuencia de los cambios que se han producido en el mundo de las jóvenes y de las múltiples exigencias nuevas de su futuro mundo profesional y laboral, surgen constantemente para la escueta y su enseñanza nuevas tareas de las cuales no puede ya desentenderse .Tendrá que dejarse guiar cada vez más por la idea de que sus hijos habrán de afrontar un mundo gobernado por la técnica, con el cual deberán familiarizarse. Por eso, la enseñanza misma tiene que ayudar a los niños, comprender ese mundo y a vivir en él sin perder su dignidad humana.
2. Influencia de la Motivación a la investigación interinstitucional en educación superior del estado Barinas.
Este modelo nace de la unión entre el rechazo generacional de los investigadores tradicionales actuales al modelo de la educación como imposición exterior de los adultos y la popularización de las teorías investigativas nóveles, difundidas en una versión muy particular por los grandes medios de comunicación.
En efecto, la mayoría de los investigadores tradicionales de nuestros alumnos actuales fueron educados en los estilos autoritarios del modelo de la educación como molde, y de cara a la educación de sus hijos decidieron superar la disciplina externa, los castigos represivos y el clima de imposición irracional que ellos habían sufrido. Algunos supieron encontrar un nuevo equilibrio reelaborando una idea de la disciplina orientada hacia el autodominio y la autonomía moral de sus hijos, transmitiéndoles la necesidad de un orden mínimo y de un sentido del esfuerzo sin los cuales es difícil construir algo valioso; sin embargo, una gran mayoría sucumbió a los estereotipos del psicoanálisis transmitidos por los grandes medios de comunicación. Según esta vulgarización popular del psicoanalítica, los niños y jóvenes se frustran a la menor dificultad o cuando no pueden alcanzar inmediatamente sus sueños y sus deseos; igualmente, se supone que se traumatizan irreparablemente al menor castigo, sobre todo si incluye cualquier forma de castigo físico, catalogado incontestablemente como un horror innombrable, pero, sobre todo, se extiende la idea de que la intervención del adulto no supone más que una insoportable coerción que limita el libre desarrollo de la libertad y la creatividad del niño. Para acabar de entender este modelo educativo hay que hacer notar que, desde el punto de vista sociológico, esta generación de padres había sufrido en su infancia las penurias económicas propias de la época, encontrándose ahora por efecto del desarrollo económico en disposición de dar a sus hijos muchas cosas que ellos no pudieron tener, así que se lanzaron a la tarea de hacer de sus hijos los reyes de la creación.
Para evitar las imposiciones de valores y normas de los adultos este modelo elaboró la idea del libre desarrollo, según el cual el niño debe ir descubriendo el mundo por sí mismo y elaborando sus propias ideas de los valores y de las normas sociales y morales lejos de cualquier intervención de los adultos, ya que ésta sólo puede suponer una coerción de la inagotable creatividad infantil. Por ello se justifica la intervención de la psicología en el hecho educativo. En el caso de los valores controvertidos, se suponía que el niño, llegado a ese punto mítico del «uso de razón», elaboraría sus propias ideas a partir de sus libres decisiones. El libro Baby and Child Care (Tu hijo) del doctor Benjamín Spock, alcanzó numerosas ediciones y reimpresiones en Estados Unidos y se tradujo a decenas de idiomas, convertido en la nueva Biblia de estas ideas. En la portada de la edición castellana figura el subtítulo: «Del nacimiento a la pubertad. El libro para padres más leído del mundo». Sin embargo, tras este innegable éxito comercial, en un raro gesto de honradez intelectual, el doctor Spock, a los 71 años, publicó un artículo de prensa poniendo en cuestión algunos de sus propios postulados y corrigiendo algunas de las afirmaciones de su libro. Visto desde la distancia, el libro resulta irregular y a veces contradictorio, pero a lo largo de sus casi seiscientas páginas su peculiar aplicación de los enfoques psicoanalíticos produce textos como el siguiente: La rivalidad con los padres.
En las ramillas cuyos hijos van al colegio, el padre y el hijo suelen ser tan disciplinados que mantendrán su ira bajo control, y se entenderán en términos razonables, A un muchacho que provenga de semejante ambiente, le resultará difícil encontrar quejas contra un padre tan considerado, que puedan justificar sus sentimientos ocultos de furiosa rivalidad. A veces, en familias como éstas, la rivalidad se expresa de modo inconsciente, a través de fracasos inesperados en la escuela [...] a pesar de que el muchacho posea un alto grado de inteligencia, sea concienzudo, y haya tenido un excelente desempeño escolar anterior. [...] Cuando un joven de este tipo busca consejo, en especial si estudia la misma carrera que su padre, puede descubrirse que tiene temor, de modo inconsciente? de fracasar ignominiosamente o por el contrario, sobrepasar a su padre y que éste se enfurezca con él. [...] En cualquier caso, el fracaso escolar es la peor clase de golpe para los padres; sin embargo, el niño no debe sentirse responsable por ello, porque no lo controla de forma consciente.
El texto no tiene desperdicio. El niño fracasa en los estudios porque tiene sentimientos ocultos de furiosa rivalidad con su padre, ( caso extrapolado ala educación e investigación) que resulta ser un buen hombre que no le da ocasión de quejas con las que el niño pueda desahogarse, así que recurre al método indirecto de hundirse en los estudios para hundir un poco al padre, y la conclusión del autor es que «el niño no debe sentirse responsable por ello, porque no lo controla de forma consciente». Desde estos presupuestos, el papel de padre se hace imposible, el inconsciente se impone como una fuerza ineluctable que explica y justifica todo; ante él los padres no tienen más alternativa que reconocer su fracaso, abandonar y poner a sus hijos en manos de psiquiatras, psicólogos y profesionales médicos.
La explicación de los fracasos y limitaciones de este modelo nos la ofreció Michaux (1975) desarrollando un trabajo anterior de Suttery Luccioni (1959) sobre el síndrome de carencia de autoridad:
Según ellos, la psicología domina por tres elementos: la debilidad del yo, la organización caprichosa y el sentimiento de inseguridad. Las principales consecuencias de este síndrome serían: personalidad frágil, cerrada, indecisa y dominada por la dejadez. Conciencia moral débil, sin llegar a constituir una escala de valores. Relaciones marcadas por el egoísmo e incapacidad para una actitud de entrega; al mismo tiempo relaciones superficiales y caprichosas.
La explicación está en que el niño se enfrente sin ayuda al proceso de descubrimiento de un mundo que no entiende; así, se le obliga a solucionar anticipadamente problemas que aún no es capaz de resolver, generando un sentimiento de inseguridad ante la avalancha de decisiones a tomar. Falta de toda norma adulta, el niño llega a la conclusión de que puede hacer lo que le venga en gana, y de hecho lo hace en el ámbito reducido de su casa, a veces sometiendo a sus padres a auténticos estados de tiranía infantil; pero, como el mundo social de los adultos no está muy dispuesto a aceptar estos comportamientos, tarde o temprano el niño acaba percibiendo el rechazo y la marginación que genera su conducta. Ante esta percepción, la reacción del niño es de desconcierto: ¿cómo es posible que los demás se enfaden conmigo por hacer lo que hago cada día en casa ante la sonrisa complaciente de mis padres, encantados con la extraordinaria creatividad de mi comportamiento? En definitiva, este modelo de libre crecimiento acaba produciendo unos efectos educativos mucho más devastadores que la imposición autoritaria del molde de los adultos, ya que, frente al autoritarismo, el adolescente suele reaccionar con rebeldía, rechazando la imposición de valores externos y elaborando su propia escala de valores, mientras que en este modelo perdura el sentimiento de inseguridad y de ansiedad frente a un mundo que no entiende y que los adultos no le ayudan a ordenar. De esta forma, el adolescente, perdido frente a un exceso de decisiones, acaba aceptando con escasa capacidad crítica las presiones de los grupos ideológicos de moda.
En efecto, una de las críticas más certeras de la psicología del desarrollo es que la educación ciega acaba haciendo el juego a los grandes grupos de presión que pretenden, intencionadamente, manipular a los niños, ya que los padres y educadores que pueden tener afecto e interés personal por la libertad de esos niños deben inhibirse y no intervenir para respetar su libre desarrollo, mientras que los grupos de presión no son neutrales y, lejos de la pretensión de inhibirse, buscan intencionadamente manipular al niño para que compre sus zapatillas deportivas, beba su refresco, vote a su partido y piense como a ellos les interesa. Y, en este contexto, el educador sigue desempeñando el papel de tonto útil que no transmite valores para respetar la libre decisión, la creatividad y el libre desarrollo del niño.
Al valorar su extensión en la sociedad contemporánea, yo diría que es uno de los modelos más divulgados en las concepciones educativas de las familias, como saben muy bien los profesores que no consiguen explicarse los exquisitos niveles de mala educación de algunos de sus alumnos hasta que reciben la visita de los padres ¿e la criatura, entusiastas defensores de la creatividad e inventiva de la ricura de niño que han educado, e incapaces de ver en él al individuo caprichoso, egoísta y falto de respeto hacia los demás que han creado. Uno de los problemas más importantes que genera este modelo de educación familiar es la nula comprensión del sentido del esfuerzo que inculca en los niños. Las actividades en las que se empeñan les tienen que divertir. Todo les tiene que salir bien. El mundo debe conformarse a sus deseos y expectativas. Desde semejantes presupuestos apenas poseen la más mínima capacidad de reacción frente a la frustración cuando las cosas no van como ellos esperaban, pero, si esto llega a ocurrir, desde este modelo se acepta cualquier reacción desmesurada, falta del más mínimo autodominio, en la que el niño puede expresar su frustración por que el mundo no sea como el quiere de las formas más violentas:
Se puso en pie y retrocedió tambaleándose; luego echó a correr y se encerró en su pieza. Arrastró su escritorio y trancó la puerta, tapándose los oídos para no escuchar a sus padres llamándolo. Por largo rato permaneció apoyado contra la pared, con los ojos cerrados, tratando de controlar el huracán de sentimientos que lo sacudía hasta los huesos. Enseguida procedió a destrozar sistemáticamente todo lo que había en la habitación. Sacó los afiches de los muros y los desgarró uno por uno; cogió su bate de béisbol y arremetió contra los cuadros y vídeos; molió su colección de autos antiguos y aviones de la Primera Guerra Mundial; arrancó las páginas de sus libros; destripó con su navaja del ejército suizo el colchón y las almohadas; cortó a tijeretazos su ropa y las cobijas y por último pateó la lámpara hasta hacerla añicos. Llevó a acabo la destrucción sin prisa, con método, en silencio, corno quien realiza una tarea fundamental, y sólo se detuvo cuando se le acabaron las fuerzas y no había nada más por romper. El suelo quedó cubierto de plumas y relleno de colchón, de vidrios, papeles, trapos y pedazos de juguetes. Aniquilado por las emociones y el esfuerzo se echó en medio de aquel naufragio encogido como un caracol, con la cabeza en las rodillas, y lloró hasta quedarse dormido (Allende, 2002, Págs. 14-15).
La cita está tomada de La ciudad de las bestias, una obra de la literatura contemporánea supuestamente destinada a un público adolescente y publicada en 2002, pero la escena la hemos visto repetida en el cine varias veces. El problema que lleva al protagonista de este texto, un adolescente de 12 años, a comportarse de tal forma es la noticia de que su madre está enferma de cáncer, pero el cine y la literatura juvenil contemporáneos nos la han repetido con los más diversos motivos: unas malas calificaciones escolares, una discusión con los padres, el desplante amoroso de la novia de turno... cualquier cosa parece ser razón de peso suficiente para que el adolescente destruya lo que le venga en gana, mientras los padres contemplan comprensivos la escena, preocupados sólo por la tormenta interior de sentimientos encontra-dos que el pobre chico tiene que enfrentar.
Para entender el desastre de este modelo basta con imaginarse un centro escolar con más de mil alumnos en el que todos ellos decidan actuar según estas pautas de comportamiento, con el agravante de que cuando llames a los padres para quejarte por el comportamiento de sus hijos, aquellos te reprendan por no comprender la difícil situación psicológica que su hijo está atravesando. Personalmente, defiendo la idea de que educar supone, en efecto, comprender las situaciones psicológicas individuales de cada uno de nuestros alumnos, pero también hacerles comprender que la adopción de conductas irracionales y destructoras no arreglan ningún problema, sino que más bien empeoran los problemas ya existentes. Defiendo la idea de que debernos enseñar a nuestros alumnos a tener coraje para superar las dificultades y capacidad para soportar la adversidad cuando los problemas son insuperables. Comprendo perfectamente que bajo el impacto de un problema grave un adolescente haga una tontería mayúscula, pero estoy muy lejos de aceptar que se deban consentir tales comportamientos violentos y destructivos sin que el adulto intervenga de forma coercitiva, al menos para calmarlo y permitir una reflexión sobre el problema de fondo y la inutilidad de este tipo de respuestas. Personalmente, confieso que jamás se me ocurriría contemplar desde la inhibición una escena de este tipo protagonizada por un adolescente con el que yo tuviera alguna responsabilidad educativa, considerando que ésa es la expresión de sus más profundos sentimientos y que yo debo respetar su libre expresión. Es más, mi experiencia como educador me dice que, cuando finalmente razonan, los adolescentes agradecen la intervención del adulto que no les ha consentido hacer una barbaridad de la que posteriormente se sienten avergonzados y arrepentidos. En definitiva, mi crítica a este modelo se centra en la falta de distinción de los educadores entre lo que el niño quiere y lo que el niño necesita. Es posible que el niño diga a las dos de la mañana que quiere jugar, pero el adulto tiene que saber que necesita dormir. Alguna vez he oído a un niño afirmar que él querría alimentarse exclusivamente de chocolate, pero ningún padre con un mínimo sentido común aceptaría semejante dieta sin entender que el niño necesita una alimentación equilibrada. La falta de distinción entre deseos y necesidades es exactamente la frontera que marca los límites del capricho.
2. El Hombre al la Educación, y por ende la investigación debe Contribuir
Partiendo de la consideración de que educar es ayudar a crecer, podemos, en consecuencia, definir educación como un proceso de crecimiento; de incorporación de destrezas, conocimientos y normas que contribuyen a configurar al hombre y a transformarlo a la vez en creador, en productor de cultura. Es acción de la educación sobre el hombre, constituye sólo un aspecto de su propósito básico; también propone la educación capacitar al hombre para la convivencia armoniosa con tus semejantes, de modo que logre una sana integración al medio social Pretende, en suma, la configuración de un hombre integral. Si este es el propósito básico de la educación. Cabe preguntarse: ¿ha tenido éxito?. Cierto que el hombre es cada vez más un mejor productor i cultura, cierto que con sus conocimientos y técnicas ha contribuido a facilitar la acción misma de Educ.; pero, igual cosa no puede afirmarse sobre el otro aspecto del objetivo esencial de la educación: configuración de un hombre mis pleno, de un hombre mis conocedor de sí mismo, menos egoísta y competidor, más libre.
¿A qué podemos atribuir el fracaso de la educación? Esta es una pregunta compleja a la cual se puede responder desde diferentes ángulos. La educación, como proceso social que es, no opera en una abstracción ni se desarrolla en un medio generador de estímulos cuyas fuerzas, en el proceso de configuración del hombre no podemos negar. Por lo unto, cualquier respuesta a la interrogante planteada, siempre estará limitada la función de las variables que se consideren. Centrándonos en el aspecto que directamente nos atañe (aspecto sistemático de la educación y la psicología}, nos atrevemos a afirmar que la causa más determinante del fracaso de la educación en nuestra cultura, es la no atención al principio de integralidad de la educación con la psicología misma.
La acción educadora se agota en el solo proveer al hombre de un bagaje intelectual y técnico que tiende en lo fundamental al fortalecimiento del ente humano. El principio de integralidad exige que se provea al hombre de esos contenidos indispensables a su cotidianidad, también se favorezca el acto mismo de educar, la descalificación del yo como matriz de los obstáculos que se opone a la consecución de ese hombre integral.
¿Como instrumentar la acción educativa de «toda que favorezca a la par tan disímiles objetivo” Creemos que en primer término se plantea la modificación misma de los que directamente intervienen en dirección del proceso. Ha de ser un nuevo docente el facilitador de este hombre nuevo. Un docente que tal vez ha vivenciado la descalificación de su propio yo; un docente creador de situaciones que motiven educando a reflexionar sobre si mismo.
En conclusión, podemos afirmar que ninguna de estas técnicas de dirección del acto educativo sirven sin la intervención de la psicología; la responsabilidad recae directamente en el docente, quien al utilizarlas, para facilitar al alumno la incorporación del bagaje cultural necesario la integración al grupo social, también de cuidar que esa incorporación se realice en un ambiente que a la par favorezca la aparición de una actitud crítica, valorando esos contenidos, en un sentido tal que permita al educando comprender el límite la electividad de ellos; logrando una plena y franca personalidad integral.
No se nos escapa que este planteamiento pueda choca/ a los sistemas educativos interesados en formación de hombres que sean cada vez mejores productores y consumidores de bienes materiales. Si embargo, si este nuevo proceder contribuye a la formación de un hombre libre, descargado del peso que representan sus identificaciones yódicas. De un hombre presente, atemporal, siendo con tos demás hombres y las cosas, ¿no valdría la pena intentar la acción?
A modo de resumen, se puede decir que nuestro modelo didáctico, enfocado hacia la enseñanza continua, es un modelo de aprendizaje dirigido, apoyado en la ciencia de la psicología. Es un modelo constructivista, basado en las aportaciones epistemológicas de Pjaget y Vygotski, con algunas corrientes teóricas, sobre todo en la afectividad, la comunicación interpersonal y el juego en el desarrollo del proceso cognitivo.
Se trata de ¡m modelo sustentado en la capacidad creadora de los niños, en sus actividades de descubrimiento, en sus capacidades artísticas, en sus juegos. Que impere la importancia de! profesor como agente orientador de los procesos de aprendizaje de los alumnos. Pero que, sobre lodo, destaca la necesidad de la construcción intelectual autónoma de los niños, desarrollada por ellos mismos, desde sus propias inquietudes cognoscitivas, sus propios intereses de aprendizaje, sus necesidades afectivas e intelectuales.
CONSULTAS:
1. Cordido, Inés. (1981). Gaceta Pedagógica. Caracas: UPEL
2. Esteve, José. (2003). La Tercera Revolución Educativa: La Educación en la Sociedad del Conocimiento. Barcelona: Paidós.
3. Martínez, Recio y Rivaya, Juan. (1998) Una mitología Lúdica para Enseñar: Cultura y Aprendizaje. Madrid: síntesis.
4. Ortega R, Rosario. (2006). Psicología de la Enseñanza y Desarrollo de Personas y Comunidades. España: Fondo de Cultura Económica.
5. Stocker, K. (1960). Principios de la Didáctica Moderna. Buenos Aires: Edit. Kapeluz
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